
Pablo Berger, Padrino de Fantastic 7 2025
16 Abr 2025
Lectura de 8 min.
Un año más, la iniciativa Fantastic 7, en la que 7 grandes festivales cinematográficos apadrinan 7 títulos de género llamados a causar sensación en el futuro inmediato... empieza a carburar precisamente presentando a su padrino. Un año más, tenemos el honor de asociarnos con un gran cineasta. Pablo Berger, uno de los artistas más relevantes tanto en la escena nacional como la internacional, nos acompañará en Cannes para la puesta de largo de la 7ª edición de uno de los proyectos que más sentido dan a nuestra permanente misión de extender la "buena palabra" del mejor cine Fantástico.
Sumerjámonos pues en el perfil de un director fascinante, que como podíamos intuir, desborda pasión cinéfila en cada una de sus intervenciones.
Berger, el autor todoterreno del cine fantástico español
Tras estrenar su primer largometraje, Torremolinos 73, en 2003, Pablo Berger se dio a conocer con su versión más de autor de la Princesa Blancanieves, transformada en torera y acompañada por una banda de enanos. Su Blancanieves (2012) se convirtió en una de las películas con más premios Goya de la historia, y Pablo Berger, en el autor más polifacético del cine español. Su siguiente proyecto, Abracadabra, flirteaba con la magia, la posesión y la hipnosis desde la perspectiva de la comedia negra. Su pasión por el género fantástico y por las historias protagonizadas por héroes cotidianos lo llevó a producir la película de animación Robot Dreams, ganadora del premio a mejor película en la sección Contrechamp de Annecy 2023 y nominada al Oscar ese mismo año.
El niño que soñaba despierto con Tiburón
Crecí en Bilbao, una ciudad muy lluviosa. Cada día era como el Gran Diluvio y el cine era el mejor sitio para resguardarse. Pero para mí, por encima de todo, el cine era el lugar donde podía soñar despierto, viajar en el tiempo a otros lugares y vivir otras vidas.
En los años setenta, en un radio de cien metros alrededor de mi casa, había unos diez cines distintos. Uno de ellos estaba justo al lado. Incluso podía oír las películas desde mi habitación. Algo que, sin duda, marcó mi destino.
Voy a hacer un flashback. Bilbao, 1975. Es de noche. Llueve, como siempre. Tengo doce años y estoy con mi familia dentro de un cine enorme y abarrotado. Se apagan las luces. La gente empieza a toser. Las cortinas de terciopelo granate que cubren la pantalla gigante se abren. Se enciende el proyector. La película... TIBURÓN. Ese fue mi primer gran éxtasis cinematográfico. Sentí cosas viendo esa película que jamás había sentido antes. Yo estaba allí con Richard Dreyfuss y compañía, tratando de capturar al gran tiburón blanco. Cuando terminó, los créditos aparecieron con letras enormes: DIRIGIDA por STEVEN SPIELBERG. Fue la primera vez que tomé conciencia de que detrás de cada película había un director. Y empecé a soñar con la posibilidad de ser uno... Hace un año, en Los Ángeles, en el almuerzo de nominados a los Premios Oscar, tuve la oportunidad de conocer a Steven Spielberg y contárselo. Sin duda fue un momento inolvidable y muy emocionante. Todavía no me creo que realmente ocurriera.
Monstruos que alimentan la fantasía
Mi obsesión por el cine de género fantástico también comenzó cuando era niño. Mi vecino era un hombre muy cinéfilo y casi todos los fines de semana proyectaba versiones cortas de los clásicos de terror de la Universal en su casa. Su público éramos su hija y yo. Nos enseñaba películas en formato Super 8 como Drácula, La momia, Frankenstein, El hombre lobo... Películas que no duraban más de 25 minutos y que, por esa misma razón, eran mucho más intensas que las versiones largas. Después de verlas, tenía pesadillas. Pero como las veía tantas veces, me las aprendí de memoria, y el terror se convirtió en placer.
Foto: Norman Wong - TIFF
La Santísima Trinidad del terror y la fantasía
Soy totalmente old school. Y aparte de los clásicos de la Universal que mencioné antes, para mí la “santísima trinidad” del cine de terror son La semilla del diablo, El exorcista y El resplandor. Películas de tres directores excepcionales: Polanski, Friedkin y Kubrick. Estos cineastas abordaron el género para reinventarlo y transgredirlo. Llevaron el lenguaje cinematográfico al máximo: composición, montaje, diseño sonoro, música... logrando crear experiencias sensoriales apabullantes.
Y mi “santísima trinidad” particular del cine fantástico está compuesta por La carreta fantasma de Sjöström, La rosa púrpura de El Cairo de Woody Allen y El viaje de Chihiro de Miyazaki. Tres obras maestras absolutas. Y que, al igual que mis “terrores favoritos”, también comienzan como historias ordinarias, costumbristas, y a medida que avanzan se vuelven extraordinarias. Son películas que buscan sorprender la empatía del espectador para así sorprenderlo. Me identifico por completo con el personaje de Mia Farrow en La rosa púrpura de El Cairo, que va al cine para vivir otras vidas. Me encanta la posibilidad de atravesar la pantalla y visitar el “País de las Maravillas”.
Trabajar desde el caos
Siempre empiezo un nuevo proyecto desde el caos. Para mí, el teclado es como una ouija y me dejo llevar por mis demonios y mis obsesiones. Comienzo a escribir ideas de forma desordenada, como si estuviera poseído. Trabajo desde el subconsciente, como si fuera escritura automática. Al principio no me pongo límites. Pero una vez he “vomitado” un montón de escenas, pongo orden al caos, a las ideas. Y como si fuera un rompecabezas, voy armando la historia con las piezas que más me interesan, utilizando siempre como modelo la estructura del cuento clásico. Me encanta que mis películas comiencen con un “Érase una vez...” y que su protagonista sea una persona ordinaria, un antihéroe, en una situación extraordinaria. El mayor reto siempre es hacer creíble una historia increíble. Por eso me interesa tanto el género fantástico.
No suelo trabajar en varias ideas a la vez. Soy de una sola tarea. Después de terminar el primer borrador de un guion, suelo dejarlo reposar durante un mes. Eso me permite volver a él con una mirada crítica y una perspectiva renovada.
De la escritura a la imagen
Soy guionista-director. Y en ese orden. Por encima de todo, soy narrador de historias. El origen del proyecto, la chispa, suele ser una imagen o una emoción. Por ejemplo, para mi película de debut, Torremolinos 73, imaginé a un director de cine, detrás del visor, rodando una secuencia pornográfica en la que participa su esposa, pero con otro hombre. Pensé en Jess Franco filmando con su musa Lina Romay.
Para Blancanieves, el detonante fue una fotografía en blanco y negro tomada por Cristina García Rodero de un grupo de enanos toreros con mirada desafiante, mirando directamente a cámara. Era de su libro España Oculta. Y yo, como Roger Corman, imaginé el cartel de la película antes de rodarla; completé mentalmente la imagen original con una Blancanieves torera imaginaria liderant un grupo de enanos.
La inspiración para Abracadabra fue una experiencia que viví cuando un buen amigo mío fue hipnotizado justo delante de mí. Y para Robot Dreams, al ser una adaptación cinematográfica, me enamoré del libro en el que se basa, especialmente de su final.
El primer pitch
Lo recuerdo perfectamente. Fue a principios del año 2000 con el productor español Juan Gordon, de Morena Films. Se trataba del pitch de mi primera película, Torremolinos 73. Recuerdo que me preparé a fondo para aquella reunión. La ensayé una y otra vez. Lo primero que hice fue informarme todo lo posible sobre Morena Films y Juan Gordon, gracias a un número especial de la revista Variety dedicado a España. Descubrí que teníamos algo en común: ambos habíamos cursado un máster en Estados Unidos. Él en la Universidad de Columbia y yo en la Universidad de Nueva York. El día del pitch, conectamos enseguida, nada más conocernos. Le resumí la historia en un par de líneas, pero sin revelar el final. La reunión fue muy bien. Cuando terminó, estaba seguro de que Juan iba a picar el anzuelo... Aunque el proyecto le gustó mucho, finalmente no lo produjo, pero siempre le estaré agradecido porque me puso en contacto con Tomás Cimadevilla, el productor que acabó haciendo Torremolinos 73. Así que, al final, el pitch fue un éxito. La lección que aprendí es que “la industria” es muy pequeña y que todos los productores se conocen y se ayudan entre ellos. Han pasado veinticinco años desde entonces, y tanto Juan como yo seguimos en activo y seguimos siendo amigos.
Foto: Leticia Díaz - Fotogramas
Algunos consejos para quienes empiezan
Debemos tener presente lo que dijo el gran guionista William Goldman: “Nadie sabe nada.” Y como nadie sabe nada, tu brújula debe ser tu instinto. Hacer cine es demasiado difícil, exigente y agotador como para hacer películas porque sí. Así que lucha a muerte por ese proyecto que te obsesiona. Busca el control y la libertad a la hora de hacer tus películas. Nunca intentes seguir las tendencias o las modas. No sirve de nada. Y sobre todo, afronta cada película como si fuera la última que vas a hacer en tu vida.
Los ingredientes de un buen pitch
Prepáralo bien, ensáyalo mucho, para que cuando llegue el momento de presentarlo, suene natural y espontáneo. Los estadounidenses, que de esto saben más que nadie, lo hacen así. Durante un buen pitch tienes que ofrecer, con solo unas pinceladas, información sobre el personaje principal, el conflicto y el género. Y NUNCA reveles el final, para que el productor o el financiador quiera leer el guion completo después de la reunión.
El pitch es una herramienta de seducción. Es una cita que quieres que funcione. Quieres “llevarte al productor a la cama”. Recomiendo escribir y reescribir hasta que el pitch esté “sin grasa”. Menos es más. De hecho, un pitch es como un tráiler. El productor potencial tiene que quedarse con ganas de más.
Llevar un dossier físico con un diseño atractivo también funciona. Y sobre todo, usa el humor y mantén un tono ligero en tu pitch: ayuda a romper el hielo y a ganarte al “comprador”. Mis pitches favoritos aparecen en la película The Player, de Robert Altman.
El futuro del género fantástico, según Berger
Como auténtico amante del género fantástico, siempre estoy en busca de nuevos talentos. En la última década han surgido directores con películas independientes relativamente modestas pero muy sorprendentes, que han logrado un éxito global. Es el caso de It Follows (2014) de David Robert Mitchell, Get Out (2017) de Jordan Peele, Hereditary (2018) de Ari Aster, Titane (2021) de Julia Ducournau y, más recientemente, The Substance (2024) de Coralie Fargeat o Flow (2024) de Gints Zilbalodis.
Soy un romántico, creo que es un momento maravilloso para ser un terrorista cinematográfico y hacer películas únicas y rompedoras. El cine es un arte joven y estamos todavía muy lejos de haber alcanzado el techo de l’expressió cinematográfica. Aun así, más allá de las herramientas que tengamos a nuestro alcance —la IA, sin duda, es una de ellas— creo que lo más importante sigue siendo tener una gran historia que contar, una historia sorprendente. Como siempre. Estoy seguro de que entre los proyectos presentados en la edición de este año de FANTASTIC 7 habrá varias de las películas más destacadas de los próximos años.
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